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Karina Milei y el efecto Streisand

El efecto Streisand, por Bárbara Streisand la célebre cantante norteamericana, data de 2003 cuando aún no se había creado el primer teléfono inteligente, en 2007 el iPhone1, ni las redes sociales tenían la difusión actual pero sí Internet había comenzado a escalar su difusión.

El proyecto California Coastal Records Project, con el objetivo de hacer tomar consciencia a las autoridades de la erosión que sufría la costa del Pacifico, lo documentó con diferentes fotografía que subió al sitio web pictopia.com. En la fotografía número 3.580 aparecía la casa que Bárbara Streisand tiene sobre la costa de Malibú en las afueras de Los Angeles.

La cantante consideró que la foto aérea de su casa infringía su derecho a la intimidad y demandó a los responsables para que cesaran de difundirla y le pagaran 50 millones de dólares en resarcimiento.

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Finalmente, Bárbara Streisand perdió el juicio y fue ella quien tuvo que pagar costas y honorarios de la contraparte por 177 mil dólares. Pero lo interesante del caso que motivó a los profesores Curry Jansen y Brian Martin de la Universidad de Wollongong en Australia, a desarrollar lo que pasó a llamarse el “efecto Streisand” porque la fotografía en cuestión había sido visto solamente por cuatro personas hasta que la artista intentara censurarla. Pero a partir de su demanda tuvo 420.000 descargas, hoy serian 42 millones, porque enterada del caso mucha gente quiso ver de qué se trataba esa fotografía que generaba controversia.

Un siglo antes, Freud ya explicaba cómo lo prohibido genera aún más deseo y el eterno retorno de lo reprimido. “¿Qué será eso que me prohíben llegar a conocer?”, decían vecinos al diario local San José Mercury News, testimoniando el aumento de su interés por lo censurado.

Hay decenas de casos similares, William Randolph Hearst prohibiendo cualquier difusión de la película de Orson Wells “El ciudadano Kane” que retrataba al magnate de los medios. Otra película “La vida de Brian” que se promocionaba con el eslogan “esta película fue prohibida en Noruega” y fue la primera película de Monty Python en ser calificada R (apta solo para mayores), terminó siendo un suceso de espectadores. Imágenes como las caricaturas de Mahoma o el gobierno de Tailandia prohibiendo la difusión de una fotografía desfavorable al rey Bhumibol Adulyadej consiguieron el mismo resultado opuesto al buscado. Y la lista sería interminable con el caso argentino del programa de Tato Bores sobre la jueza Servini de Cubría, satirizada como la jueza Barú Budú Budía. Hoy la magistrada no usa más su apellido de casada.

Lo mismo sucede con el amparo de la secretaria General de la Presidencia Karina Milei consiguiendo que el juez Patricio Marianello diera curso a su pedido de censura previa. No hizo más que aumentar la visibilidad, el interés y la presunción de que si hay audios que perjudicarían ser mostrados es que algún delito esconden.

Para colmo, entre los argumento de Karina Milei respecto de su derecho a la intimidad está el clásico posible daño a “la familia” que luego especifica “puntualmente a mi hermano”. Ni más ni menos que el Presidente de la Nación.

¿A quién se le ocurre proteger al Presidente o a su hermano iniciando ese amparo? ¿Y a quién cree que le hace un favor el juez Marianello al darle curso? Claramente no a él mismo en sus aspiraciones de ser ascendido a camarista: quedó desprestigiado frente a todos los constitucionalistas, especialidad que dice tener. Menos aún a la solicitante y al Gobierno que podría ascenderlo a camarista o contribuir con sus representantes a atemperar las acusaciones previas que pesaban en el Consejo de la Magistratura.

Esas reflexiones fueron parte de la conferencia que en el Salón Azul de la Facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires se realizó ayer titulada “Libertad de expresión y democracia”. Allí expusieron las profesores de Derecho Constitucional de esa casa de estudios: Laura Clérico, Adelina Loianno y Pablo Manili, junto al presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, Ricardo Gil Lavedra y quien suscribe. Los interesados en escuchar los argumentos híper críticos de los juristas expositores sobre el amparo, que se resume en dos palabras de Gil Lavedra: “impracticable” e “imbecilidad”, pueden hacerlo en este link.

Ricardo Gil Lavedra, junto a los constitucionalistas Roberto Gargarella, Sebastián Guidi y Hernán Gullco, patrocinaron la apelación al amparo” de Karina Milei que presenté este miércoles alegando legitimación para hacerlo por haber recibido como medio de comunicación el Oficio judicial “Milei, Karina Elizabeth sobre medidas cautelares”. A continuación anexamos tanto ese oficio como la apelación:

Pero no solo a Karina Milei, a quienes la hayan asesorado y al juez Marianello les cabe el ejemplo del “efecto Streisand”, sino al propio Presidente, a la ministra de Seguridad y al Vocero Adorni. Todos ellos, frente a los audios de Spagnuollo denunciado el cobro de coimas con insumos médicos para la Dirección de Discapacidad, amplificaron su visibilidad al acusar que detrás de la filtración de esos audios estaban espías rusos y venezolanos además de desestabilizadores locales del Gobierno de diferentes campos políticos y económicos.

Otra demostración de impericia de la administración en el control de daños sobre una crisis que, aunque de distintas condiciones y envergaduras, a todos los gobiernos les toca enfrentar en algún momento de su mandato.

Y otra porque se agrega al mismo tipo de acusaciones que se utilizan para justificar el aumento del precio del dólar, de las tasas de interés y cualquier turbulencia macroeconómica donde, en lugar de explicar las causas que están bajo el control de Gobierno y las soluciones que se implementarán, se victimizan resultando al mismo tiempo inverosímiles y débiles.

No podría haber peor fecha para que el gobierno enfrente su primer gran test electoral de resonancia nacional que la de este domingo en la provincia de Buenos Aires, que representa 4 de cada diez habitantes del país.

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Continua mañana: Economía o corrupción

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