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El mercado da por terminado el esquema de bandas y de flotación y más inversores buscan refugio en el dólar

El plan económico de Toto Caputo atraviesa su hora más difícil: su mayor desafío ya no es contener al dólar ni a los precios, sino recuperar la credibilidad perdida en el mercado financiero, donde se da como un hecho que el esquema de banda de flotación cambiaria quedó virtualmente derogado.

Es así que, aunque en el primer día de intervención oficial con ventas del Tesoro se logró que la cotización del dólar retrocediera tras la escapada del lunes, no hay elogios en el mercado, sino más bien la confirmación de que se viene cometiendo una saga de errores y medidas «parche».

Hasta el influyente Domingo Cavallo puso en duda que la turbulencia actual pueda atribuirse al «riesgo kuka» ni a la ofensiva opositora en el Congreso, «sino también a imprevisiones e improvisaciones del equipo económico»

Las principales críticas apuntaron a que, más que el ruido preelectoral, lo que había llevado a esta situación era una saga de daños autoinflingidos. Y, lo peor de todo, que estas medidas pueden exacerbar la demanda de divisas por parte de los pequeños ahorristas.

«La necesidad tiene cara de hereje y el mercado no ve esto como una muestra de fortaleza, sino más bien de que los instrumentos se están agotando a una elevada velocidad», resumió Gabriel Caamaño, director de la consultora Outlier.

Y no faltaron quienes interpretaron esta medida como parte de un plan para que los inversores tuvieran la chance de salvar su rentabilidad antes de una devaluación. Por caso, el polémico Carlos Maslatón, fue particularmente duro: «Tienen que seguir dándole salida a los amigos de la bicicleta financiera. Dólar barato sufragado por el Estado; son gobierno y tienen impunidad para robar».

Otros llegaron a especular que, en vez de seguir una senda de liberalización, la política económica podría tornarse más restrictiva.d

Dólar: ni flota, ni hay techo

Cada intento de aclaración o justificación por parte de los funcionarios del equipo económico parece generar el efecto inverso al buscado, como comprobaron el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, y el ideólogo del plan monetario -y director del BCRA-, Federico Furiase.

Quirno fue el encargado de anunciar oficialmente que el Tesoro intervendrá en el mercado «con el fin de contribuir a su liquidez y normal funcionamiento». El aviso no fue más que la confirmación de lo que todos sospechaban, tras la misteriosa venta de la semana pasada por más de u$s300 millones.

El anuncio del secretario de Finanzas no tuvo dos interpretaciones: todos los operadores entendieron que el gobierno fijó un «sub techo» discrecional por debajo del techo oficial, que hoy está en $1.462.

¿Cuál será el nivel que el gobierno considere adecuado para «garantizar el normal funcionamiento»? Nadie informó cifras ni criterios de intervención. Si se toma como antecedente lo ocurrido hace un mes, cuando se llegó a un pico de $1.372 y luego el BCRA intervino en el mercado de futuros para aplacar la demanda de divisas, podría esperarse que el esfuerzo intervencionista continúe hasta ver la cotización oficial en torno de $1.350.

En todo caso, lo que los analistas interpretaron -y se lo hicieron saber a Quirno- es que quedó suspendido hasta nuevo aviso el mantra de «el dólar flota y la tasa es endógena». Hubo múltiples mensajes sarcásticos para el funcionario, a quien no sólo le recordaron haber repetido esa frase en los programas de streaming oficialistas, sino que, en un momento de exceso de euforia, pidió que se imprimieran remeras con la leyenda «¿Con qué pesos?».

Dardos contra el discurso oficial

Pero el más criticado fue Furiase, a quien se le reprocha su empeño en defender el desarme de las LEFIs. Ese es el evento a partir del cual se produjo una disparada de las tasas de interés, desde un nivel de 25% hasta más del 70%, y una seguidilla de medidas que dificultan la operatoria de los bancos.

Cuando el economista Germán Fermo le preguntó «¿a quién se le ocurrió liberar las LEFIs en pleno período electoral?». Furiase no dijo quién fue el autor de la idea -aunque la versión más aceptada en el mercado es que fue el propio Javier Milei, en prevención a un ataque de la oposición en la previa a la elección-. En cambio, sí repitió los argumentos justificativos.

«Es al revés. Antes eran liquidez diaria, con lo que tenían capacidad de daño, ahora ya no porque están en encajes o bien a plazo», fue la respuesta de Furiase, quien tampoco argumentó por qué se produjo la suba del tipo de cambio dado el respaldo de reservas en el BCRA y la política de congelamiento monetario.

Furiase siempre fue el encargado de dar la explicación técnica sobre por qué había más chances de que el peso se apreciara antes que se devaluara, y establecía la comparación entre los dólares del BCRA y los pesos del mercado, que estaban bajo control por los «colchones de liquidez» del Tesoro.

Sus argumentos siempre fueron controversiales, sobre todo por parte de quienes cuestionan la relevancia de la «base monetaria amplia» -que se mantenía constante- y piden mirar los agregados monetarios tradicionales, que muestran una expansión de la liquidez. Hablando en números, el M3 -que incluye los pesos circulantes, las cajas de ahorro, los plazos fijos y otros depósitos- tuvo un incremento de 56% en los últimos 12 meses y de 22% en lo que va del año. Es decir, bien por encima del nivel de la inflación.

«No odiamos lo suficiente a las Lecap», ironizó el consultor Ricardo Inti Alpert. Ese fue el tono de la mayoría de las críticas: «O sea que eliminaste un daño teórico por uno real?», le preguntó a Furiase el economista Iván Carrino.  

Y fue especialmente punzante la crítica de Lucas Llach, ex vicepresidente del BCRA en la gestión macrista y uno de los economistas que más ha apoyado al plan de Caputo. Llach cuestionó abiertamente el argumento de Furiase, al plantear que una eventual resistencia de los bancos a renovar las LEFIs y reclamar pesos no tendría el potencial de daño que afirma el gobierno.

Según Llach, esa masa de liquidez no podía ir a dólares, por el entorno regulatorio, ni tampoco alimentarían la liquidez para una corrida cambiaria. «Los pesos no se van a ningún lado cuando compran dólares. Los depósitos en pesos pueden querer dolarizarse en cualquier momento y cualquiera sea el activo bancario (LEFI o no LEFI); y en todos los casos lo que tendrás es una suba del tipo de cambio salvo que cubras esa caída de demanda de activos en pesos achicando el nivel de activos en pesos, es decir, vendiendo dólares».

¿Extrañando a las LEFIs?

En otras palabras, lo que se critica es que, al tener que intervenir en el mercado, hubo una especie de «principio de revelación»: que el desarme de las LEFI no eliminó los riesgos que supuestamente eliminaría y que, para peor, los nuevos instrumentos implican tasas de interés más caras.

¿Por qué el gobierno se reafirma en su postura? Algunos analistas creen que, a esta altura, hay un reconocimiento de los errores pero que no se quiere hacer explícito, por el temor a un «costo político».

De manera que el discurso oficial sigue incambiado. Según habían explicado el ministro Caputo y el presidente del BCRA, Santiago Bausili, el objetivo era sacarse de encima el peligro que implicaba un instrumento -las LEFIs- que tenían vencimiento diario, lo cual suponía un eventual excedente de $16 billones que todos lo días podría correr hacia el dólar, en medio del ruido político pre-electoral. Además, Bausili justificó el cambio de normativa con el argumento de que los bancos se habían malacostumbrado a contar con un subsidio estatal por la tasa «overnight» y que, de ahora en adelante, deberían aprender a gestionar mejor su liquidez para asegurarse no tener grandes sobrantes al final de cada jornada.

Esos argumentos fueron duramente criticados desde los bancos, que dijeron que no se había contribuido a mejorar la eficiencia del sistema, sino que se la había tornado más engorrosa y cara, al punto que empresas de primera línea que se vieran necesitadas de liquidez inmediata tuvieron que pagar una tasa anualizada de 100% por préstamos en descubierto.

De acuerdo con el argumento del gobierno, al maximizarse el objetivo de absorción de pesos -con la suba de encajes bancarios y con la obligación de tomar los nuevos bonos de tasa flotante-, se debería despejar el riesgo de que ante la caída de la demanda de pesos, hubiera tensión inflacionaria o presión sobre el dólar. El primer punto se cumplió razonablemente bien -se proyecta un IPC de 2% para agosto- pero el tipo de cambio da señales evidentes de un mercado desconfiado.

Dólar: cómo sigue 

Mientras el Gobierno sigue mirando encuestas y proyecta posibles escenarios en el Congreso post octubre, el mercado ya está tomando sus recaudos.

Los últimos datos sobre demanda de divisas -correspondientes a julio- marcaron niveles que no se veían desde la crisis de 2019. Los u$s5.432 millones netos que demandaron los 1,3 millón de compradores representan un salto de 24,6% respecto de los que se había registrado el mes anterior.

Esa demanda se compone de compras de dólares cash en los bancos por u$s3.408 millones -que cuando se restan los ingresos de quienes vendieron dólares da un resultado neto de u$s2.812 millones-, y salida de divisas por u$s2.621 millones -en este segundo rubro se contabilizan pagos y transferencias desde cuentas locales al exterior-.

Las tasas de los bonos y el mercado de futuros ya marcaban una expectativa de que el dólar en noviembre estará por encima del techo teórico de la banda, lo cual exacerba la vocación dolarizadora.

Lo cierto es que ya se debate sobre lo que tiene que venir después de las elecciones. Algunos, como Cavallo, ya dieron su lista de recomendaciones, donde el primer punto es hacer que el peso sea totalmente convertible. Es decir, levantar los remanentes del cepo cambiario.

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