22/12/2024 08:46hs.
Ayrton Senna desembarcó en la Fórmula Ford en 1981 y se cruzó con el mejor villano que se le podía presentar: un argentino. Enrique Mansilla llegó a correr en Inglaterra gracias a un aviso que vio en el diario y coqueteó con la Máxima, pero la Guerra de Malvinas le quitó la posibilidad de quedarse con una butaca. Luego, intentó alejarse del automovilismo, pero un secuestro en África y una pasión hereditaria lo hicieron regresar rápidamente a su primer amor. Aunque en esta nueva etapa de su vida la serie del ex piloto brasileño lo presenta como un antagonista de lujo, ambos supieron ser grandes amigos fuera de las pistas. En este contexto, Quique recibió a Olé en el Autódromo de Buenos Aires para recordar cómo arrancó su carrera, qué tan fuertes fueron las disputas con Beco en sus inicios y más.
-¿Cómo llegaste al automovilismo?
-Por casualidad. Yo estaba haciendo el servicio militar y el automovilismo me gustó siempre, pero no había plata para hacerlo. En 1978 vi un aviso en el diario sobre una escuela de pilotos que decía que los mejores eran seleccionados para el equipo. Vine para el Autódromo y comencé el concurso. Al ganador lo llevaban a Inglaterra y lo logré en 1979.
-¿Te costó adaptarte en Europa? ¿Qué postura tomó tu familia cuando avisaste que te ibas?
-Llegué en 1980. Todavía la tensión política no estaba, había un reclamo por la soberanía de las Islas pero ni pensábamos en eso. En cuanto a mi adaptación, fue complicada. Todo sudamericano que va para allá empieza a sentirse mal porque llueve todo el día, la comida no es a lo que uno está acostumbrado y demás. Sarna con gusto no pica dicen, así que me la banqué. Para toda familia que un hijo viaje y no esté con ellos es difícil, pero era lo que yo quería y el futuro que pretendía, así que todos se lo tomaron como debía ser.
Enrique Mansilla en Inglaterra. (FOTO: Archivo Quique Mansilla)
-¿Qué pensaste cuando llegó Ayrton Senna a tu equipo y lo viste correr por primera vez?
-Esto ocurrió en 1981. Yo el año anterior corrí para Jim Russel, pero la fábrica Van Diemen me tomó como piloto oficial junto a un mexicano. Ayrton por ser brasileño fue bienvenido. Era habilidoso, pero con el tiempo desarrolló todo lo que sabemos hoy. Me di cuenta que era distinto inmediatamente.
-¿Qué tan verídica fue la pelea que se muestra en el primer capítulo de la serie?
-Hubo muchos roces y pensamientos distintos. A mí me habían enseñado a correr en Inglaterra, no tenía toda esa escuela de karting que él tenía. Como consecuencia, él me presentaba algo que era totalmente nuevo. Duró poco la carrera juntos porque los conflictos fueron tan fuertes y agresivos que el dueño del equipo nos separó. No fue fácil, llegamos a una última carrera juntos donde casi nos vamos a las manos. Eran cosas de ese momento, éramos chicos. Después él pudo progresar, crecer y ser lo que fue. Están dramatizados ciertos aspectos, pero la pelea pasó y no cayó bien porque los ingleses no son así y nosotros éramos compañeros de equipo. Yo acababa de ganar, estaba bajando del podio y él vino furioso porque yo lo había tocado. Él se ponía el casco y era tremendo. Está la famosa foto, esa que duró un microsegundo. Él me agarró del cuello y me lo saqué de encima. Hubo palabrotas en inglés, portugués y español. Ahí fue donde decidieron que no podían seguir teniéndonos juntos. Ese fue el fin de nuestra carrera deportiva como dupla.
Ayrton Senna y Quique Mansilla durante la pelea. (FOTO: Archivo Quique Mansilla)
-¿Llegaron a arreglar las cosas con Ayrton? ¿Qué pensaste cuando viste el choque que terminó con su vida?
-Cuando no corrimos más fuimos grandes amigos. La última vez que charlamos fue el 21 de marzo de 1994, para su cumpleaños. Siempre nos llamábamos, nuestra relación siguió. Cuando vi el accidente tuve una sensación fea. Los que estábamos ahí supimos que iba a terminar mal, y así fue.
-¿Sentís que sos el villano de una historia mal contada en la serie? ¿Pudiste charlar con el actor que te interpretó?
-Es un guion. Como toda película o serie tiene que haber un bueno y un malo. Para mí sigue siendo un orgullo que el productor me haya elegido para ser el villano de Senna. Hablé con quien me interpretó, la idea era colaborar con él en todo lo que sea necesario para que se parezca.
-Probaste un McLaren pero no llegaste a la Fórmula 1 por un conflicto bélico…
-Así es. Lamentablemente, en 1982 estalló la Guerra de Malvinas. Yo había hecho un trabajo maravilloso en 1981, lo cual me daba una oportunidad de estar en ese ambiente, pero auto y sponsor inglés con piloto argentino… Ahí se acabó mi carrera deportiva. Todo lo que hice de ese momento en adelante fue emparchar. Lo que no haces con suficiente presupuesto no funciona.
-¿Por qué terminaste detenido en África cuando incursionaste como empresario?
-Mi vida fue rica en aventuras. Cuando dejé el automovilismo me puse a comprar y vender autos, me iba muy bien. Con dos socios que teníamos decidimos incursionar en la minería en la costa este de África. No fue fácil desarrollar lo que yo pensaba que iba a ser un trabajo regular. Caí en una guerra y una de las facciones involucradas no tuvo la mejor idea que tomar de rehenes a los extranjeros para pedirle a Naciones Unidas y los países de los cuales proveníamos que colaboraran para pagar. Pasaron seis meses desde que entré hasta que salí. Fue complicado, desesperante. No sabíamos qué iba a pasar. Estar encerrado tanto tiempo privado de la libertad no era a lo que fui. Después, hubo un arreglo para parar la guerra y empezó un proceso de reconversión en el que nos liberaron.
-¿Cuándo decidiste volver al automovilismo?
-Me fui hasta que en los 90′ un amigo que también corría organizó un evento en el Roberto Mouras de La Plata y estuvo piola, ahí regresé. Desafortunadamente a mi hijo, que tenía cuatro años en ese entonces, le empezó a gustar el automovilismo. Él me trajo de nuevo al karting y empecé a involucrarme otra vez. Ahora trabajo en el rubro pero desde un ángulo distinto. Soy asesor de AUSA en la parte deportiva.
Enrique Mansilla en la actualidad. (FOTO: Lucas Bendayán – Olé)
-¿Qué posibilidades hay de traer la Fórmula 1 a la Argentina? ¿Por qué pensás que Franco Colapinto caló tan hondo en la gente?
-Es un deseo. La idea era poner en valor el Autódromo de Buenos Aires para poder traer categorías internacionales. Con la incursión de Franco Colapinto se generó una bola de entusiasmo, así que veremos si llega o no. Con él sucedió algo que no había pasado nunca: el empresariado argentino tomó acción gracias a Bizarrap. Hicieron que el marketing tuviese semejante efectividad y entrara en la casa de todos los argentinos. Además el chico es un diamante en bruto al que hay que darle oportunidades. Lo que hizo en estas nueve carreras estuvo muy bueno. Ya se ganó un lugar.