Eva Batalla
València, 8 nov (EFE).- Los vecinos de los municipios de Alfafar y Benetùsser, situados en la que se ha llamado «zona cero» por la dana que el pasado 29 de noviembre asoló la provincia de Valencia, han pasado de la desolación y la rabia, a la incertidumbre y sobre todo al cansancio, físico y anímico, al ver que se ha avanzado «algo» en las tareas de limpieza pero se sienten «aislados» y con un futuro muy incierto.
«Lo he perdido todo. El negocio que me costó siete años sacar adelante es el sustento de mi familia», señala a EFE María, autónoma de 59 años, propietaria de una tienda de vestidos de fiesta, Aloha, en la avenida Camí Nou, la arteria que une las localidades de Benetússer, Catarroja y Albal.
Varias jóvenes limpiaban todavía esta mañana el local donde se agolpan decenas de bolsas de basura con ropa, a la espera de que llegue una furgoneta de alguna de las lavanderías, una de Mislata y otra del Perelló, que se han ofrecido a lavarles el género que se pueda salvar.
María cifra las pérdidas en más de 300.000 euros, solo en género.»Teníamos ya la temporada de primavera preparada. Prendas de más de cien euros, y algunas de entre 400 y 1.000 euros», señala María, que ya sufrió el «golpe» de la pandemia de la covid-19 por la cancelación de celebraciones.
«Nos costó remontar, habíamos conseguido ser un referente local en esta oferta. Invertimos mucho dinero en el diseño, en el mobiliario a medida, y ahora esto», lamenta mientras muestra los vestidos, zapatos y todo el mobiliario cubierto de barro.
A pocos metros, varios jóvenes limpian vasos y botellas en la calle en una mesa. Son amigos de los propietarios de un pequeño bar, Parada Cero. Uno de los socios, Daniel Simpoli, explica que el agua alcanzó un metro de altura.
«Lo que estaba por debajo está todo destrozado, estanterías con menaje, sillas, mesas, y lo de la parte de arriba hemos podido salvar algo, y una nevera y un lavavajillas», enumera. Asegura que a él todavía no le ha dado «el bajón» y que podrá volver a poner en marcha el negocio: «con 45 años puedo volver a empezar».
La avenida del Camí Nou concentra gran número de comercios locales, como tiendas de pintura, de vehículos de ocasión, bancos, tiendas de calzado, un salón de juegos, ópticas, locutorios, bazares y tienda de frutas y verduras. Muchas de ellas cerradas, otras con escaparates destrozados y otras con grupos de personas limpiando todavía el interior.
En uno de estos pequeños comercios, tres hombres paquistaníes han dispuestos cajas de fruta y algo de verdura que ofrecen gratuitamente a los vecinos y voluntarios que pasan por la calle. Uno de los propietarios es Hohsin Hassan, que tiene un puesto en Mercavalencia, el único paquistaní. «Mentalmente estamos muy cansados. Queremos que esto termine, que esté otra vez limpio para empezar de nuevo a trabajar con normalidad», reclama.
Tanto Benetùsser como Alfafar siguen mostrando este viernes una estampa de tránsito continúo de personal de emergencias, fuerzas de seguridad y voluntarios con cepillos y material de limpieza deambulando por todas las calles. Un grupo de agentes de la Policía Nacional achica todavía agua con cepillos en un calle mientras un bombero revisa las alcantarillas. En otro esquina, unos bomberos procedentes de San Sebastián hacen un descanso y comen unas lentejas.
Luis Zabala, suboficial de bomberos de San Sebastián, explica que son el segundo relevo de voluntarios y han trabajado en achicar el aparcamiento del centro comercial MN4. «El piso cero ya está limpio de agua. Al menos uno le queda un palmo y después se seguirá con el menos dos y la revisión de los coches. Hasta el momento no se han encontrado víctimas».
Hay puestos de comida en las plazas principales y en las aceras y el colegio público La Fila de Alfafar se ha convertido en un centro de distribución de productos de limpieza, de higiene, ropa y comida y ofrece también asistencia psicológica, mientras el edificio municipal La Tauleta es un centro de salud improvisado, en sustitución del ambulatorio, que quedó anegado, donde hoy no había mucho movimiento.
«Viene gente para atenciones puntuales y se está haciendo un seguimiento de todos los enfermos crónicos, con asistencias a domicilio», explica Mónica, una enfermera voluntaria procedente de Mutxamel (Alicante). En el piso de arriba se encuentra la oficina de la Policía Nacional para presentar denuncias de desaparecidos. Un equipo mixto creado junto a la Guardia Civil y médicos forenses.
Allí se recogen los datos de las personas desaparecidas y alguna información que pueda ayudar a su reconocimiento como tatuajes, cicatrices y las muestras de ADN que envías a un registro centralizado. Aunque no realizan declaraciones ni ofrecen datos oficiales uno de los miembros del equipo señala a EFE que ya apenas llega gente a la oficina.
Aunque los ánimos parecen más tranquilos y hay mayor organización, la muestra de cansancio es generalizada entre todos los vecinos, que esperan volver cuanto antes a la normalidad y «poner fin a esta pesadilla que parece que no acaba». EFE